-Confía en mí.
-¿Me vas a poner esa venda en los ojos?
-Deja de preguntar y confía en mí.
-Me voy a caer.
-Yo me pondré para ablandarte la caída.
Andamos por un sitio que no podía ver pero oía el mar.
-¿Hemos llegado?
-Solo preguntas, déjate llevar.
Agarró mi cintura suavemente.
-Quítate la venda de los ojos.
Me la quites y vi delante de mi las olas chocando contra el acantilado en el que yo estaba.
-¡Estás loco! Ni se te ocurra soltarme.
-Tranquila, estás muy tensa. No te voy a saltar ni mucho menos. Tú solo relájate, escucha el mar, cierra los ojos y pide un deseo.
Suspiré, cerré los ojos para centrarme mejor en el mar. Sabía perfectamente lo que quería.
-Ya he pedido mi deseo.
-Ahora necesito que confíes en mi. ¿Confías en mi?
Me daba miedo la respuesta pero no había otra posible.
-Sí.
-Salta conmigo y grita tu deseo.
-Te has fumado algo...
-Dame la mano.

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